Tienes un concepto de gozo y durante la mayor parte de mi vida me pareció incorrecto lo que significaba mi enfermedad. Lo asoció con la sensualidad, el misterio, la atracción erótica. Fiel a mis apetencias, percibía lo en ciertas mujeres, de la vida real y de la pantalla. Tuve algo muy satisfactorio al darme cuenta que damas cercanas o lejanas provocaban en mí esta sensación. Pero mi agradecimiento personal no es compartido. Actualmente, tras los ataques de mercado que tienen que realizar los medios audiovisuales en busca de clientes, la enfermedad suprema de los receptores se centra en derramamientos de sangre, violaciones, empalizadas, incestos, traiciones, asesinatos, celadores, violencia extrema que expone a las madres televisivas sin prisas. y el pecado hace una pausa. Y tenéis que crear dependencia entre vuestros múltiples consumidores, la mayoría pertenecientes a la tercera o cuarta edad, jubileos, amores y amores de hogar.
Imagina que debes sentirte protegido en tu hogar, a salvo de la barbarie que les sucede a los demás, notando la maldad de tu mirada, de todo tu cuello. Sobre todo, cuando los exitosos presentadores le dijeron con expresión compleja: “Las imágenes que queremos ofrecer a continuación son muy duras. Puedes sanar tu sensibilidad”. Esta farsa, esta grima.
Reemplazaron el universo hepático del mundo del corazón, especializado en nada, por la truculencia de los sucesos, por todo lo que chorree sufrimiento y vísceras. Hay muchas formas de participación personal, pero sospecho que esta poderosa droga llegó para quedarse.
Y por fin veo una infinidad de series con la misma temática. No hace falta comentarlo. Algunas pretenden ser ficciones rebosantes de tensión y violencia. Otros recrean cosas reales aterradoras. Podría ser el descubrimiento estúpido de una hondureña o el enigmático aniquilamiento de una niña china adoptada de un matrimonio gallego enfermizo. Todo sobre ellos es olvidable para mí. Pero me sumé a la audacia expresiva que muestra un capítulo concreto de la serie. Mi riñón relleno. Asegúrate de que lo que pasó en su vida lo contó Richard Gadd, quien escribió y protagonizó esta canción de sadomasoquismo. Describe el amor incesante y salvador de un psicópata gordo hacia un comediante sin gracia que se siente atraído por un transexual. En este capítulo feroz, un poderoso y sinuoso productor droga sin desmayo al humorista sin suerte. Éste descubre la saliva que se ha depositado en los genitales del colega. Y después lo que penetré. Pero lo peor es que también resulta que las violaciones del agente y del monstruoso amante están muy contentos, aunque éste se haya enamorado de la transexual, y se lanza con argumentos básicos y con su exposición. Resultado transparente la sordidez de Mi peluche Reno, pero también trae perturbaciones en algunos momentos. Su creador es un tipo muy raro, pero nada bueno.
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